Kathryn Scanlan nos sumerge en la cara B de la hípica en «A toda brida»: «El libro tiene la energía de una carrera de caballos»

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La escritora americana cuenta en una novela ágil, salvaje y desbocada la historia real de Sonia, única mujer entre jinetes en los años 80

29 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Por norma general, las madres son muy sabias. Pero hay que reconocer que la de Kathryn Scanlan (Iowa, 1981) supo bien dónde poner el ojo. Fue ella quien conectó a Kathryn con Sonia, una vendedora de antigüedades que en los años ochenta y noventa había trabajado como mozo de cuadra en carreras de caballos. «Quedé con ella, nos sentamos al lado de su puesto en el mercadillo y la conversación acabó durando cuatro horas».

De aquel encuentro salió A toda brida (Errata Naturae), una novela ágil, salvaje y desbocada que recoge el testimonio de Sonia y lo moldea para dar vida a una historia de contrastes. En capítulos cortísimos, muy deudores de esa oralidad que te hace ir recolectando recuerdos de aquí y allá, se entremezclan anécdotas divertidas que sucedían en ese backstage de la hípica e historias más trágicas que cruzan y marcan la vida de la mujer. El equilibrio perfecto entre drama y humor. Como la vida misma.

­—¿En qué momento te diste cuenta de que la vida de Sonia podría ser un libro?

—Fue más bien algo acumulativo. Todo lo que me contó en aquella conversación, el resto de charlas que mantuvimos después y también la forma de contarlo eran muy interesantes. Pero, si tuviese que destacar una historia, sería la de Bicycle Jenny. Creo que ese fue el primer momento en el que sentí que podría escribir sobre ella.

—¿Sonia lo ha leído?

—¡Claro! Todos los borradores. Para mí era muy importante tener su aprobación y que le gustase lo que estaba escribiendo.

—¿Y reconoció su propia voz en la novela? ¿O esa forma un poco fría y contenida de narrar es más cosa tuya?

—Creo que la voz de la narradora del libro es una combinación de ambas. Yo le di forma, pero es bastante fiel a cómo es la Sonia original. De hecho, una de las cosas que más me atrajo al hablar con ella es que tiene una forma muy franca, fuerte y natural de hablar de las cosas tan difíciles que le han pasado en la vida. Y siento que eso se acerca mucho a la forma que yo tengo de escribir.

­—El libro tiene un ritmo frenético. Con capítulos muy cortos que van, también, a toda brida...

—Es, sin duda, una decisión consciente. Quería que el libro tuviese esa velocidad, el ritmo y la energía de una carrera de caballos. Pero también es el reflejo de cómo la propia Sonia cuenta su historia. Ella tenía cientos de pequeñas viñetas sobre personas y animales que ha ido conociendo a lo largo de su vida y mi misión fue recolectarlas, perfeccionarlas, comprimirlas... y divertirme con ellas.

—Es que el humor juega un papel vital.

—Muy importante. Me encanta escribir con humor, pero en este libro es también algo estratégico. El humor es el contrapunto que aligera la cantidad de eventos traumáticos de los que se habla.

—Además hay algunos momentos violentos, especialmente que afectan a los animales...

—Sí, me parecía importante incluir esas escenas porque creo que hay una tensión central en la vida de Sonia a raíz de eso. Ella respeta y adora a los caballos, pero trabaja un mundo en el que son tratados de una forma horrible. Intenta hacer que los animales vivan mejor, pero a la vez es cómplice de una industria que los explota. Creo que esa contradicción continúa atormentándola a día de hoy.

—¿Fue clave que esta fuese la historia de una mujer en un mundo de hombres?

—Sí, esa es una de las razones por las que me interesó escribir este libro. Siempre me atrae escribir historias sobre mujeres.

—Tu anterior libro también estaba basado en el testimonio de una mujer. Rescatabas la historia de una octogenaria a través de su diario. ¿Son intentos de luchar contra el olvido?

—Lo que más me atrae y me motiva a querer contar una historia es siempre el lenguaje. La forma en que las personas hablan o escriben. Pero sí, en cierta manera también la memoria, preservar esos relatos, rescatarlos, es importante.

­—Tu infancia también está muy ligada a los caballos, ¿no?

—Sí, esa fue otra de las razones que me hicieron querer hablar con Sonia. Yo tuve un caballo a una edad similar a la suya y además creo que nuestra experiencia fue bastante parecida. Muchas veces se relacionan con la hípica, con el deporte, con un ambiente de ricos..., pero mi caballo vivía conmigo y yo le llevaba los cubos de agua, el heno, la paja, la avena... Digamos que yo cubría sus necesidades físicas, no viví una relación nada lujosa. Para mí, mi caballo fue un amigo muy importante y, además, me enseñó muchas cosas.