Una pareja de valencianos en O Courel: «Nos quedamos, el paisaje es una locura»

Carlos Cortés
Carlos Cortés MONFORTE / LA VOZ

LEMOS

Jeyco Pérez Seca y Laura Martínez Muñoz en su negocio, con las montañas de O Courel al fondo
Jeyco Pérez Seca y Laura Martínez Muñoz en su negocio, con las montañas de O Courel al fondo CEDIDA

Jeyco Pérez deja su trabajo como cocinero en un céntrico local de Santiago para reabrir con Laura Martínez la vieja cantina de A Cruz de Outeiro, una recóndita aldea de montaña en la provincia de Lugo

05 abr 2024 . Actualizado a las 18:30 h.

Son valencianos, están en torno a la treintena y no tienen ningún vínculo familiar con Galicia, pero han acabado en uno de los parajes más recónditos de las montañas de O Courel. Laura Martínez Muñoz y y Jeyco Pérez Seca acaban de instalarse en la aldea de A Cruz de Outeiro y ahí se proponen quedarse. Vivirán de atender la cantina local, transformada en cafetería con restaurante y alojamiento rural. Está un poco lejos de todo, pero a cambio tienen al otro lado de la ventana uno de los paisajes de montaña más espectaculares de Galicia. Su establecimiento se llama Terriña Salvaxe y quiere ser, explican ellos, «un punto de encuentro para los habitantes de las aldeas cercanas y un buen lugar para que los turistas hagan una parada técnica antes de seguir disfrutando de las maravillas de O Courel».

Laura es auxiliar veterinaria aunque también tiene experiencia laboral como camarera y su pareja Jeyco es cocinero. Vivían y trabajaban en la ciudad de Valencia, pero a finales del 2022 decidieron mudarse a Galicia. No había ningún vínculo previo. Es solo que les parecía que en Galicia tendrían más posibilidades de trabajo. En enero del 2023 se mudaron a Santiago, donde él empezó a trabajar como cocinero en el bar hostal Suso, en plena Rúa do Vilar. Pero la empresa de servicios para clínicas veterinarias para la que ella teletrabajaba cerró unos meses más tarde y se pusieron a buscar otras opciones.

En esa búsqueda vieron en internet un anuncio de la cantina de A Cruz de Outeiro. Sus dueños la habían cerrado poco antes y la ofrecían en alquiler, después de acondicionarla como alojamiento y restaurante. Nunca habían estado en la Serra do Courel, así que cogieron el coche un día que Jeyco libraba y se fueron a comprobar cómo era aquello.

Cuando llegaron era de noche, así que poco paisaje vieron, pero la casa los convenció. Pronto pudieron pasar allí un fin de semana entero, suficiente para dar una vuelta y conocer lugares como la aldea glaciar de A Seara o la catarata de Vieiros. Ya no les hizo falta más.

«Antes teníamos dudas —cuenta Laura—, porque no sabíamos bien dónde nos estábamos metiendo, pero después del fin de semana se nos pasaron». La primera visita fue en octubre y en noviembre ya estaban viviendo en A Cruz de Outeiro, cautivados por esas montañas: «Tenemos claro que si nos va bien nos quedamos, el paisaje de este sitio es una locura».

El pueblo perdió el verano pasado en un accidente de quad a uno de los tres vecinos que tenía, así que la llegada de esta pareja de valencianos acaba de duplicar su población.

Con la suya, ya son tres las casas abiertas en A Cruz de Outeiro, un lugar de la parroquia de Outeiro a cerca de 800 metros de altura, en medio del primer geoparque de Galicia y en lo alto de una ladera en la margen derecha del río Soldón, con vistas a la enorme masa de árboles que en otoño llena de ocres la ladera opuesta.

Al norte, el monte Piapaxaro (1.616 metros de altura) y el resto de las principales cumbres de la Serra do Courel, y al sur el Montouto (1.541), ya en la frontera con León y de camino hacia el Sil unos kilómetros antes de que el río se adentre en la Ribeira Sacra.

A Cruz de Outeiro es paso obligado para llegar desde el sur de Galicia a la aldea de A Seara, una de las más vivas y mejor conservadas de toda la Serra do Courel y punto de partida de algunas de las mejores rutas turísticas de esta zona.

Razones para marcharse de Santiago

Cinco meses después de su aterrizaje en A Cruz de Outeiro, esta pareja de Valencia no se arrepiente, aunque admitan que su decisión fue algo parecido a «una chifladura». Santiago les gustaba y Jeyco trabajaba a gusto y se sentía bien tratado en aquel local de la Rúa do Vilar, pero ella llevaba tiempo fantaseando con gestionar una casa de turismo rural. La vieja cantina de A Cruz de Outeiro les pareció perfecta, porque era una casa de turismo rural y al mismo tiempo le permitía a Jeyco seguir viviendo de cocinar, que es el trabajo que más feliz le hace.

Así que no hay arrepentimiento, aunque en ocasiones sí echan en falta las alternativas de ocio de un lugar más grande. «A veces —explica Laura— apetecería ver gente de tu edad o poder participar en alguna actividad cultural, pero también por eso tenemos intención de organizar cosas aquí que hagan venir a Outeiro a gente que vive en otros pueblos».